EMOCIONES I CUANDO LA TRISTEZA VIENE A CASA
En este contexto difícil que estamos atravesando signado por la pandemia el gran desafío de acompañar las emociones de nuestros hijos nos pone también en el camino de gestionar una emoción que no solemos tener tan presente.
¿Por qué nos preocupa tanto cuando vemos a un hijo triste? ¿Qué nos pasa como adultos que muchas veces no sabemos qué hacer y queremos que rápidamente o sin mayores dificultades salga de ese estado para volver a estar bien y feliz?
La tristeza en nuestros hijos puede ser un indicador de que algo no va muy bien o simplemente puede ser parte de un pequeño proceso de crecimiento y maduración Les proponemos aquí reflexionar en algunas ideas que pueden ayudarnos como padres a reaccionar positivamente cuando la tristeza viene a casa.
La tristeza es natural para el ser humano y reconocerla es un gran paso. Vivimos en un mundo que niega y no tolera la tristeza, y por eso es que siempre nos venden estados de alegría o falsa felicidad, queriendo cambiar la tristeza por la alegría en un abrir y cerrar de ojos, y este mensaje no es sano, ni para nosotros ni para nuestros hijos. La tristeza no es mala en sí, y de hecho es necesaria. Nos ayuda a valorar más lo que tenemos y lo que nos falta. La tristeza es parte del crecimiento y muy necesaria.
No tenemos que tener miedo a que nuestros hijos estén tristes, sino saber acompañarlos en ese estar tristes.
¿Pero cómo los acompañamos?
En primer lugar no negar este sentimiento, el negarlo genera más daño al niño porque no se siente comprendido y a su vez no logra aceptar eso que le pasa. Si negamos emociones nuestros hijos se sobre adaptarán al entorno porque perciben que el estar triste no es bueno y que hay que disfrazarlo con otra cosa.
También es bueno saber que la tristeza puede tener varios motivos y estar en relación con otros sentimientos muy distintos, como el rencor o la ira excesiva o a no poder manifestar con claridad sus sentimientos o no encontrar respuestas favorables de su entorno a sus inquietudes. O quizás sea fruto de una insatisfacción de un deseo.
Si bien puede haber acontecimientos externos que nos hagan estar más tristes, hay que subrayar que en realidad, las circunstancias no son la causa de la tristeza sino que esta nace de la actitud que adoptamos ante los problemas. Por lo tanto somos nosotros, las personas, las responsables de que este estado de tristeza nos afecte en tal o cual medida. Ahora bien, como vimos la tristeza es parte de la naturaleza de la persona, por eso es muy importante saber acompañar y ayudar a nuestros hijos, que aún necesitan adquirir muchas habilidades, que como padres debemos fomentar, para fortalecer su carácter.
En primer lugar no privarlos de este sentimiento sino ayudarlos a enfrentarlo, porque para que alguien se haga fuerte tiene que haber tenido la oportunidad de luchar. Pero luchar no significa gritar más alto o ponerme por encima del otro, sino es animarse por ejemplo, a preguntar aquello que no entiende, animarse a decir que no cuando algo no les gusta con respeto, animarse a decir lo que le pasa.
Esta fortaleza también se asocia a ser flexibles, a poder aceptar que las cosas no ocurran como quiero, sin gritos ni malos humores excesivos, a saber escuchar y adaptarme . En definitiva es aprender a ser feliz con aquello que me falta, a pedir ayuda cuando no puedo solo. La tristeza nos muestra qué frágiles somos y cuánto necesitamos de otros.
Sin embargo, no es lo mismo mostrarnos tristes de vez en cuando, que mostrarnos siempre así.
¿Cuándo nos debería preocupar?
Cuando en esa tristeza interviene la desesperación o cuando dificulta la vida diaria del niño o adolescente. Cuando vemos que va dejando un gusto amargo, rencores, resentimientos, por lo tanto dificulta la relación con los demás, empieza a cegar a la inteligencia y dificulta la capacidad de discernir, generando un estado de tibieza, indiferencia, paralizando la actividad y privándolos del dinamismo de la vida, del amor para ser felices. En estos casos es aconsejable consultar con un profesional para que puedan acompañar más de cerca la situación
Algunas sugerencias desde la Disciplina Positiva
- Preguntarnos nosotros como padres cómo encaramos las dificultades de la vida, porque nuestros hijos nos están observando todo el tiempo y esto nos puede dar alguna señal.
- Mostrar interés sincero formulando preguntas abiertas acerca de lo que le puede estar pasando “¿pasó algo que te puso triste? ¿me lo podés contar?” “Veo una cara muy, pero muy triste ¿te puedo ayudar en algo?”
- Mantener una actitud abierta. No asumir que sabemos porque está triste nuestro hijo, ni que lo puede entristecer el mismo motivo que a nosotros (muerte de algún familiar, no poder ir al colegio, el poco contacto con amigos etc). A veces el motivo puede ser algo irrelevante para nosotros o que no teníamos registro, por ejemplo que no se sienta integrado con sus amigos, que extraña cuando está en el colegio o en jardín, que le hayan dicho algo que no le gustó y no supo defenderse, que siente que no lo quieren.
- Ser conscientes que, como dijimos, lo que llamamos tristeza suele ser un cóctel de emociones con distintos ingredientes No simplifiquemos y demos lugar a que ellos nos puedan contar. Ayudarlos con preguntas a ordenar eso que los pone tristes fomentando un pensamiento crítico.
- Tener siempre abierto el canal de comunicación. Estar atentos a sus emociones cuando vuelven del cole, como vuelven, qué comparten. Que nos vean disponibles sin hacer juicio de sus emociones, ayudándolos a pensar y a reflexionar.
- Analizar si hay un exceso de control o sobreprotección de parte nuestra o si depositamos expectativas demasiado elevadas sobre nuestro hijo. Muchas veces esa actitud nuestra provoca un enojo o ira en los niños y adolescentes que la dirigen hacia su interior, generando un malestar interno que los lleva a mostrarse tristes y apáticos.
- Que sepan y comprueben que en casa hay amor incondicional. Asegurarnos que el mensaje de amor llega, inclusive cuando los corregimos. “te quiero, pero es hora de irte a dormir” “te quiero, pero es hora de ordenar” “ te quiero, pero hoy te volvés temprano” “te quiero, pero habíamos dicho que hoy no salías”.
- Brindarles oportunidades para que se sientan capaces. Teniendo especial cuidado con las frases o cosas que le decimos a nuestros hijos cuando estamos enojados o cuando fallan y no les sale bien algo. (“es que sos un inútil”, “siempre te pones igual” “no seas llorón”)
- Que noten que nos gusta como es, que lo queremos. Esto los ayuda a aceptarse, con sus fortalezas y sus limitaciones.
- No le esquivemos al dolor, no les evitemos todos los sufrimientos para que no estén tristes. Esto no significa que vamos a buscar que sufran. Por ejemplo, si se pierde el conejo, los acompañamos, pero no salimos corriendo a comprar otro para que no sufran ni se pongan tristes, ni tampoco buscamos solucionarles nosotros sus pequeñas dificultades porque no queremos que se frustren.
En Bosque del Plata, el desarrollo de la competencia emocional de nuestros alumnos, también es para nosotros un punto fundamental de nuestro proyecto educativo, por eso quisimos compartir con ustedes estas ideas que nos sirven también para acompañar a sus hijos desde nuestro lugar para que puedan gestionar sus emociones de la mejor manera.
Esperamos les sirvan y animen estas herramientas. Preparemos a nuestros hijos y alumnos para el camino y no el camino para nuestros hijos.
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¡Gracias Manuela Caminal!
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